Qué es un espécimen tipográfico
Según la rae 1, la palabra espécimen refiere a una «muestra, modelo, ejemplar, normalmente con las características de su especie muy bien definidas», pero, si nos referimos al espécimen tipográfico podemos imaginarnos una impresión de factura perfecta y donde la letra luce por sí sola, sin defectos, bien definida y mostrando todas sus cualidades formales. De ahí que el espécimen tipográfico tenga formas tan diversas que van desde una simple hoja hasta publicaciones bellísimas completamente ornamentadas y de estampa impecable, finamente encuadernadas y que no escatiman en número de páginas o detalles. En la actualidad, este ejemplar puede tomar la forma de una edición digital o animación compleja que hace alarde de las posibilidades de la programación y del color luz. Aún así, este objeto se considera más como catálogo de fuentes tipográficas que un manual técnico de uso o, incluso, una publicación artística, aunque la finalidad ha sido siempre la de exaltar las características y la belleza de las letras que buscan atrapar la mirada de los lectores o de los transeúntes que deambulan frente a los carteles de los escaparates y, por qué no, a aquéllos que ahora navegan en tabletas digitales o teléfonos móviles en la infinita red.
Sin embargo, este objeto no hubiese adquirido el valor que hoy tiene de no haber sido por los coleccionistas y los bibliotecarios que tuvieron interés en recopilar estas muestras tipográficas, muchas de ellas impresas por las manos de los mismo diseñadores y cortadores de punzones como Claude Garamond (imagen 1), Pierre Simon Fournier, John Baskerville o Giambattista Bodoni, aunque, también, producidas por las grandes fundidoras como Stempel, American Type Founders o Berthold, que procuraron una buena impresión de los tipos de letra.
Cada quien ideó sus propias muestras en función de sus necesidades, estándares y, sobre todo, del espíritu de la época, muchas veces adecuadas a la moda imperante; sin embargo, es evidente que tanto el espécimen como los catálogos de tipos ha servido de modelos e inspiración para los nuevos diseños de letra que van desde reinterpretaciones y rescates históricos, investigaciones de todo tipo, hasta creaciones originales.
Por último, me parece importante acotar que en este escrito me referiré indistintamente al espécimen y al catálogo para hablar de muestras, y debo aclarar que no se trata de lo mismo y que cada uno obedece a necesidades distintas, como se precisará más adelante en el apartado «Tipos de espécimen».
Los orígenes de la tipografía: la sistematización de la escritura
La tipografía no se inventó de la noche a la mañana, años de evolución de la escritura tuvieron injerencia directa en este hecho, no obstante, la sistematización de la escritura tuvo su origen en el trabajo de los calígrafos griegos y romanos quienes, a través de los modelos de escritura como la Uncial (s. III d. C.), Capital Monumental (s. III a. C.), la Capital Quadrata (s. I a. C., imagen 2) o la Capital Rústica (s. I d.C., imagen 3), establecieron el ductus 2 de trazo de los signos con la finalidad de mantener la unidad en los modelos. Tal fue el alcance del poder de la escritura que, hacia el 800 d.C., el emperador Carlomagno, apoyado por la iglesia, reunió un grupo de teólogos y eruditos que concibieron tanto los textos sagrados y litúrgicos como las reformas escolares que el imperio romano difundió en sus territorios y en los que se empleó un modelo de letra clave para la evolución de la escritura: la minúscula carolina, orquestada por Alcuino de York, y que constituye la base de nuestro alfabeto actual de caja baja.
Mediavilla (2009: 140-142) comenta que hacia el siglo IX surgieron numerosos talleres de copistas que dieron origen a los scriptoria 3 y de éstos destacó el de Saint Martin de Tours, en Francia, por la calidad de su producción que estuvo bajo la dirección del abad Alcuino. Aquí se perfeccionó el modelo carolino (imagen 4), cuya versión tardía (hacia el siglo XII y XIII) sirviera de inspiración para la letra humanista del Renacimiento italiano. Como era de esperarse, el modelo instaurado evolucionó y poco a poco fue adoptando rasgos insulares que fueron quebrando la forma de los signos. Esta transición que duró cerca de tres siglos y que se consolidó hasta finales del siglo XIII, dio origen a un nuevo modelo que también obedeció a «la aceleración del ritmo de escritura, la escasez de pergamino y la búsqueda de una nueva estética» (Mediavilla, 2009: 150) que ya era evidente en la propuesta arquitectónica.
Los modelos góticos primitivos datan del año 1070 hasta principios del siglo XIII (imagen 5), pero, no fue sino hasta mediados del XIII que se adoptó la escritura gótica de textura 4 cuyo ductus de trazo incorporó reglas específicas en lo referente al ritmo del espacio entre letras y la forma que debían tener las terminales de los signos. Los estilos de letra se diseminaron y diversificaron por toda Europa y en cada región adoptaron formas distintas.
No hay registro físico de algún tipo de guía para el trazo, pero, al igual que los modelos romanos, se aprecia el uso de reglas estrictas y muchas similitudes en las variantes, tanto en las proporciones, espacio entre letras, el ángulo de escritura, como en los rasgos y las terminales de los distintos estilos de letra góticos. La gótica de textura de finales del siglo XIV era tan precisa y estaba tan normada que las reglas de escritura sirvieron de base para consolidar uno de los inventos más grandes de la humanidad: la imprenta, justo a mediados del siglo XV (imagen 6).
La concepción de la tipografía y la imprenta moderna
Es bien sabido que Bi Cheng (990-1051) inventó la imprenta de tipos móviles entre los años 1041 y 1048 empleando piezas de porcelana talladas con ideogramas e inspirado en los sellos romanos fechados hacia el 440 a.C. Sin embargo, la consolidación de la imprenta moderna no fue sino hasta el año 1450 con Johannes Gutenberg.
La sistematización para la producción de los tipos móviles que permitió la imitación de la escritura caligráfica fue gracias a las reglas precisas en las que se había fundado el modelo gótico de textura —como el que se empleó en la Biblia Gigante de Mainz (1452-1455)—, y cuya similitud con la biblia de Gutenberg de 42 líneas (1452-1455, imagen 7), es evidente, aunque no ha podido comprobarse si ésta fue el modelo del impresor. Lo que sí es evidente es que la estandarización en los anchos y proporciones para la producción de los primeros tipos romanos humanistas es idéntica a la empleada en la fabricación de los tipos góticos de textura empleados por el maguntino. Al respecto, Blokland explica que «son el resultado de la reutilización de los patrones que emplearon los tipos de textura para la producción de los tipos romanos» (2016: 71).
La imprenta trajo consigo la creación de nuevos oficios y formas de comercio del libro. Una de estas actividades fue la de cortador de tipos, quien se encargaba de tallar los signos en un punzón5 y con éstos fabricar matrices para la fundición de tipos. Los punzones, en algunos casos, fueron producidos por el mismo diseñador, en otros, el punzonista era sólo un ejecutante, aunque, no por ello debe demeritarse la calidad de su trabajo, pues, existieron figuras, como la de Francesco Griffo 6, quienes fueron los verdaderos artistas de la letra.
El nacimiento del espécimen tipográfico
Los modelos de letra que comenzaban a circular en el mercado debían tener una forma de promoción, así que los productores y las fundiciones renacentistas tuvieron que ingeniárselas para persuadir a sus clientes y, fue entonces que, el espécimen tipográfico jugó un papel muy importante como herramienta de venta.
En un inicio y de forma muy precaria los primeros especímenes no eran más que unas cuantas hojas sueltas, como en el caso de Nicolas Jenson o Erhard Ratdolt —a este segundo se le atribuye la creación del primer espécimen tipográfico hacia 1486 (TUBC, s/f, imagen 8)—. Décadas más tarde aparecieron ediciones encuadernadas y cosidas como las de Ludovico Vicentino degli Arrighi (La Operina da imparare di scrivere littera cancellarescha, 1524), Giovanni Antonio Tagliente (Lo presente libro insegna la vera arte de lo excellente scriuere…, 1544, imagen 9) o, como la del vizcaíno Juan de Yciar (Arte Subtillissima…, 1553), por mencionar algunos, y quienes fueran, a propósito, los impulsores del tipo de letra humanista antiguo. Estas ediciones no eran ningún tipo de espécimen, pues, constituían un manual de uso de un estilo de letra meramente caligráfico. Tampoco se tiene conocimiento si estos manuales sirvieron de inspiración para los futuros catálogos y especímenes tipográficos.
Hacia finales del XV e inicios del XVI, la diseminación de la imprenta en toda Europa dio pie a un sinnúmero de talleres y oficiantes de la tipografía con nuevas propuestas de diseño de letra como Aldo Manuzio y su colaborador Francesco Griffo, en Italia (imagen 10); Antoine Augereau, Guillaume Le Bé (imagen 11), Simon de Coline (imagen 12) y Claude Garamond, en Francia; Christoffel Plantin en Bélgica, o Hendrik van den Keere en Holanda. Con mayor o menor destreza y calidad cada uno de ellos propuso sus propios especímenes tipográficos y mostró los distintos cuerpos en los que se talló la letra, acompañado de una impresión completa o parcial del repertorio de signos, también, con los ornamentos e idiomas disponibles. Todo lo anterior se estampó en hojas sueltas y hasta ese momento el espécimen cumplió con una función específica: mostrar las cualidades de la letra y destacar las diferencias con respecto a otras propuestas existentes.
El florecimiento de los catálogos y manuales tipográficos
A diferencia del XVI, el siglo XVII, denominado «el siglo de la física», estuvo marcado por las teorías de nuevos pensadores, muchos de ellos provenientes principalmente de Inglaterra y Francia 7. Por otro lado, la economía iba en aumento y favorecía a los Países Bajos e Inglaterra lo que permitió que se establecieran figuras como Lodewijk Elzevir —el primero de una dinastía—, Christoffel van Dijck (imagen 13), Dirck Voskens y Nicholas Kis, y que tuvieron una fuerte influencia en países aledaños como el Reino Unido y Alemania, por ejemplo, y que diseñaron modelos tipográficos más adecuados para la época, además de imprimir catálogos de letras más extensos y mejor diseñados que los de los ingleses. Joseph Moxon (imagen 14), gran admirador de la tipografía holandesa y quien sería el primero en publicar un espécimen en el Reino Unido, escribió en 1683 un manual acerca de las técnicas de fundición e impresión titulado Mechanick exercises, or, The doctrine of handy-works : applied to the art of printing.
El siglo XVIII fue una época dominada por el mercantilismo y marcada por una transición entre la antigüedad y la modernidad gracias a la Revolución Industrial, donde la letra presentó una fuerte tendencia al racionalismo y la ornamentación como los diseños de Philippe Grandjean (imagen 15) y el grabador Louis Simonneau o Pierre Simon Fournier (el joven, imagen 16) quien también publicó su Manuel typographique, utile aux gens de lettres, & a ceux qui exercent les différentes parties de l’art de l’imprimerie, publicado entre 1764 y 1766. En contraste con Fournier, Johann Michael Fleischmann (imagen 17) grabó una letra humanista de estilo rococó (o barroca tardía), con gran detalle, de formas rebuscadas y manufactura sumamente precisa, cuyo espécimen fechado en 1768 asombró a muchos por su destreza y amplitud en el repertorio. Según Jan Middendorp (2004: 27-28) el trabajo de Fleischmann ayudó a posicionar a una de las imprentas más destacadas de Holanda, la casa Enschedé, de Haarlem.
En esta época también se introdujeron grandes cambios en las técnicas de impresión y, en especial, en la fabricación de papel lo que permitió impresiones más finas y diseño de letra con menos densidad en los trazos y mayor contraste, como se puede observar en las propuestas de John Baskerville (imagen 18), Françoise-Ambroise Didot (imagen 19) y Giovanni Battista Bodoni (imagen 20). Tras la muerte de Bodoni, la viuda publicó en 1818 el manual —en dos volúmenes— que el salucés escribió en vida y en donde explicó el buen uso de la letra y se tituló Manuale Tipografico. Este catálogo contiene hasta 142 fuentes distintas, entre redondas y cursivas, ornamentos, filetes, símbolos y florituras, además, cuenta con alfabetos en árabe, armenio, copto, fenicio, griego, hebreo, ruso y tibetano, por lo anterior, representa uno de los mayores logros en materia de tipografía de la historia. Baskerville, Didot y Bodoni no sólo marcaron la línea en lo que refiere al diseño de catálogos tipográficos, también contribuyeron a la normalización de las reglas de uso de la letra.
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Juan Carlos Cué, diseñador gráfico y tipográfico mexicano, se especializa en temas de diseño y producción editorial.
- Fuente: Real Academia Española, espécimen {http://dle.rae.es/srv/search?m=30&w=esp%C3%A9cimen}. ↩
- Según la RAE se deriva de la palabra conducere y significa: que conduce; guía a alguien o algo. {http://dle.rae.es/?id=ACbhBtm}; en caligrafía, el ductus describe la dirección, la secuencia y el número de trazos que componen un signo; cada letra tiene un ductus específico. ↩
- De scriptorium que significa «lugar para escribir». Lo anterior hace referencia a las habitaciones de los monasterios, principalmente en Europa central, destinadas a la copia y escritura de textos. ↩
- Gótica de textura o textus quadratus; este estilo se divide a su vez en cinco variantes. El fenómeno de las diferencias entre los tipos se debe, según Mediavilla, a la jerarquía escritural; por un lado, la formal denominada littera formata y, por el otro, la littera currens o escritura común. ↩
- Para comprender el valor de esta actividad y en particular del punzonista, se recomienda ver los videos The last punchcutter {https://vimeo.com/169673676} y Gravers & Files — The lost art of type punch cutting {https://vimeo.com/165201643}. El primero es sobre Giuseppe Brachino, jefe del departamento de grabado de la compañía Nebiolo en Turín. El segundo trata sobre Paul H. Rädisch, cortador de punzones de la fundición Joh. Enschedé y filmada por Carl Dair en 1957. ↩
- También conocido como Francesco da Bologna. Fue el punzonista que colaboró con Aldo Manuzio y que se destacó por grabar, por primera vez, la letra itálica basada en los modelos de la cancillería papal, probablemente ejecutada por el calígrafo Niccolò Niccoli. La itálica de la imprenta aldina se conoce también con el nombre de Grifa. ↩
- Como Isaac Newton (ca. 1642-1727), Joseph Louis Lagrange (1736-1813), René Descartes (1596-1650) o Galileo Galilei (1564-1642), por mencionar algunos. Ellos fueron los padres de la llamada revolución científica y de la física moderna. ↩